—No se le ocurra volver, usted no es uno de esos —le dijo, señalando a las personas sentadas frente a las máquinas de alrededor—, y si lo hace, se las tendrá que ver conmigo, hay cosas mejores en las que gastar el dinero, hombre.
Blas lo agarró del cuello dispuesto a pegarle una trompada, pero dos mastodontes en smoking se lo impidieron.
—Pelotudo —le gritó mientras los hombres de negro lo arrastraban por el pasillo. Aron, con aire sombrío, terminó el whisky y se retiró. Los hombres de negro lo dejaron cambiar las fichas y luego lo acompañaron hasta la salida.
Manejaba contrariado por el carril del medio. En el asiento del acompañante, los billetes desparramados. La Panamericana semivacía. Llegó al PH. Nataly roncaba con la boca abierta, tenía una pierna afuera de la cama, la bombacha corrida y los brazos en cruz. Se acurrucó junto a ella. Cuando intentó penetrarla, ella lo apartó.